
No está bueno que siempre tengan que poner la cara los otros. No está bueno que los verdaderos responsables escondan la cabeza, desaparezcan, se llamen a silencio. Habló Cavani, el capitán. Habló Russo, el técnico. No habló Riquelme, el máximo culpable de esta vergüenza histórica, seguramente el papelón más grande de Boca desde su fundación. Un fracaso tremendo, un golpe de nocaut a la soberbia, a la desidia, a un modo de conducir que nos ha llevado a esto, a emparejarnos con un equipo amateur. Peor que amateur, Boca jugó como un equipo chico, como el equipo chico en el que nos convirtió esta dirigencia nefasta que debería pedir perdón. A todos, a los hinchas genuinos, a la camiseta, al escudo. De rodillas debería pedir perdón por el daño que nos está causando y que quién sabe hasta dónde llegará.
Club meme, blanco de las burlas de los demás, Boca está en una etapa de racinguización donde los hinchas nos autocelebramos la grandeza. La grandeza de la hinchada, fuera de toda discusión. Claro, Boca es un club de fútbol, no de hinchas -ni de hockey ni de vóley-, y al fútbol se gana o se pierde. El Boca de Riquelme generalmente pierde y se va superando en las derrotas diarias. Una cosa es perder una final de la Libertadores, otra distinta es no jugarla. Jugar una Sudamericana es un poco vergonzante, ir a un repechaje para pasar de ronda y quedar eliminado en octavos es peor. Y no participar de ninguna de las dos, es como para depilarse pelo por pelo todo el cuerpo con una pinza. Si la caída con Alianza Lima -un equipo peruano que no había ganado un mano a mano en siglos- era vergonzosa, ¿en qué lugar ponemos este empate contra un equipo “semi, no profesional”, como bien lo había definido Russo antes del partido? Es el fondo del mar.
Hasta este martes al mediodía, poco antes del inicio del partido, discutíamos quién estaba dejando una mejor imagen en el Mundial, si Boca o River. Y la realidad era que Boca había superado escollos más difíciles en un contexto de posibilidades escasas de éxito contra equipos europeos. Lo que pasó contra el Auckland arrasa terminantemente todo lo hecho hasta el momento.
Fundamentalmente porque se confirmó la peor de las sospechas: que Boca era un equipo armado para aguantar, para empatar o perder por poco con los poderosos, pero al que había que evaluar con la responsabilidad de ser protagonistas. Fue un aplazo rotundo. Boca no supo, no pudo ganarle a un equipo de chapistas, jardineros, maestros. Tipos comunes que juegan al fútbol como hobby, no como laburo principal. Entonces, que después del partido salga Cavani a decir que “lo de Boca no fue una decepción” y que “es difícil jugar cuando el rival se cierra y defiende bien” es como para rescindirle el contrato ya mismo y mandarlo de vuelta a su casa. ¡Dieciséis goles les hicieron los otros a estos tipos! Y que Russo, un tipo que conoce perfectamente lo que es club, diga que “el primer tiempo fue bueno” ya no causa gracia. Enfurece. Da ganas de romper el carnet. Porque una cosa es ser un deactivador de quilombos y otra muy distinta es ocultar la realidad o tergiversarla. Decir cualquier cosa para salir del paso. A ver, ¿es para caerle a Miguel? No, él es lo que es, todos lo sabemos. Un tipo incapaz de una autocrítica pública y mucho menos de decir que lo mandaron al muere con un plantel de impresentables, de verdes, de suplentones que en otra época jamás se hubieran puesto la camiseta del club. Sí deberíamos exigirle que explique por qué Delgado no jugó un solo minuto y por qué -como otros- insiste en separar una fórmula que fue de lo mejor de Boca: Blanco-Zenón. El ex Unión lamentablemente sufrió los caprichos de Gago y el tema se repite con Miguel, que hasta lo había sacado de la formación titular dejando inexplicablemente adentro a Palacios, la estrella de las redes que no está a la altura de la exigencia.
El análisis de Cavani post eliminación de Boca en el Mundial de Clubes
Caemos siempre en lo mismo, entonces. La responsabilidad es de los que conducen. Y como acá conduce uno solo, no hay muchas vueltas que darle. A Riquelme no le va a alcanzar con presentar a Paredes, un campeón del mundo, a la vuelta de este papelón insoportable. Suponiendo que Paredes quiera meterse en este quilombo y poner en riesgo su participación en el próximo Mundial. Boca no funciona como un equipo grande, fue achicando sus objetivos, empeorando su plantel, desprofesionalizando cada área y este es el resultado. Un club que no está a la altura de su gente, de la admiración que sus hinchas despiertan en todo el mundo.
Boca terminó su partido con los oceánicos sin hacerles un gol, porque el 1-0 fue en contra del arquero. Tenía que hacer siete goles y no hizo ni uno. Tampoco ganó. Y es inaceptable echarle la culpa a la supuesta tormenta que jamás llegó y que permitió que Benfica y Bayern se clasificaran antes de que se retomara el partido en Nashville. Por más desmotivados que estén, a un peluquero y a un ferretero les tienen que ganar. A la vez, se les puede reprochar que ni siquiera sin presiones fueron capaces de ganar. El arquerito de ellos se agarraba la cabeza al final, incrédulo. Tenían la sola intención de volverse a casa con un gol y se vuelven con un empate contra el equipo del cual, hasta las dos de la tarde del medio oeste norteamericano, hablaba todo el mundo.
Russo hizo apenas tres cambios de los cinco, algo que ya les pasó a quienes lo precedieron en la ingrata tarea de ser técnicos de Boca. Ninguno de los que estaban en el banco mereció su confianza, le dio la mínima esperanza de cambiar la historia. Cuando regrese a Buenos Aires, Riquelme deberá repensar su estrategia, asumir sus errores y desprenderse al menos de la mitad del plantel, un grupo de jugadores poco útiles que él se encargó de contratar con menos ojo que un tuerto. Salvo Merentiel, Costa y Blanco, no hay aprobados. A algunos se los puede seguir esperando, a otros no. En este segundo grupo están varios de los capitanes (Cavani, Rojo, Advíncula, Romero), los que hacen turismo con la nuestra (Javi García, Fabra, Martegani, Janson, Miramón, Saracchi), las promesas incumplidas (Zeballos, Aguirre, Palacios, Alarcón), los que ni siquiera son tenidos en cuenta (Rolón).
Boca se vuelve sin haber ganado un solo partido. Nos queda por delante un segundo semestre en el que habrá que mejorar el juego, ser campeón de un torneo local, clasificar a la Libertadores. Lo mínimo que exige el club. Los que no estén preparados, que den un paso al costado. Y por las dudas: los que esperan una derrota de River para consolarse, sepan desde ya que eso no sirve de nada. El club tiene que reconstruirse desde las bases mirándose al espejo y dejar de lado la mediocridad de vivir de las malas de los demás.
¿Fanático del Xeneize? Enterate todas las noticias de Boca Juniors a través de TyC Sports. Seguí nuestra página en Facebook o Google News. También podés registrarte gratis e indicar tus preferencias para recibir notificaciones en tu browser o bajate nuestra APP (disponible en Android & iOS). Accedé a todas las estadísticas de La liga profesional del fútbol Argentino.

No te pierdas nada
Recibí las últimas noticias, cúando juega Boca Juniors ¡y más!
Te puede interesar