El Atleti se mostró con la camiseta de la próxima temporada y todos los males del final de ésta: que le falta banda izquierda y le sobra Griezmann de titular, ese Griezmann que inexplicablemente ha pasado de ser franquicia a un fantasma en unos meses. Cayó con estrépito ante un PSG a años luz en fútbol y sensaciones y se complica el Mundial: para estar en octavos está obligado a ganar a los otros dos rivales del grupo (Seattle y Botafogo), ambos a priori inferiores, pero…

La inauguración del Mundial de Clubes desnudó a este Atleti. Una inauguración con prolegómenos por completo made in USA, como huella dactilar de este Mundial. Hubo presentaciones uno a uno de los jugadores y una cuenta atrás a pleno pulmón antes de que el PSG intentara sorprender a Oblak con una jugada ensayada nada más pitar el árbitro el inicio del Mundial de Clubes para PSG y Atleti en el campo en el que se jugó la final del Mundial de 1994.

Mientras ese Rose Bowl se iba llenando, con mucha calva en la grada a pesar de que contaran que se había vendido todo, Simeone mostraba su outfit del Mundial, del traje a la sencilla camiseta de algodón de manga corta, sin perder el negro, y le gritaba al mundo que es el hombre que nunca deja de creer en Griezmann. El francés titular y no Sorloth para que la luz del mediodía cayera como la blanca y directa de un interrogatorio en el que nada se puede esconder. Y elegir hoy a Griezmann es jugar con uno menos. Sí, también en América. Titular en un

Atleti con el once tipo aunque, claro, el PSG también, con Gonçalo Ramos en el papel de Dembélé (lesionado). Los de Luis Enrique enseguida fueron mejores. Con presión y balón. Superior en el centro y Galán y a Lino convertidos en caricaturas en cada carrera de Achraf y Doué. Constantes. Que el Atleti necesita fichar un 3 con urgencia enseguida se verbalizó en fútbol en Estados Unidos. El PSG olió la sangre y se abalanzó sobre los rojiblancos como lo que es: el campeón de Europa. Tampoco encontró oposición alguna.

Ambos estaban bajo el mismo calor, los 38º grados y 82% de humedad en Pasadena, pero los de Luis Enrique jugaban con tino, ritmo e ideas, como si no les afectara, los del Cholo lo hacían fatigados, sin aliento y como si acabaran de arrancarles de Ibiza para jugar este partido. De doler a los ojos, así se mostraban, abigarrados en su campo tratando de negar espacios como único modo de fútbol. Pero si Lino le entregaba primero el balón al rival en una salida para que Kvaratskhelia testara los guantes de Oblak, después se haría de brioche ante un PSG que combinó y combinó hasta que Fabián pudo armar en la frontal un zurdazo, cruzado y potente, como un bofetón al hombre de la camiseta negra. De su equipo ninguna noticia, solo amarillas y aquella lejana ya falta botada por Julián al inicio que se había ido a un palmo del poste de Donnaruma. Un Julián convertido en isla, tan lejos de todo, al lado de un Grizi que seguía como si esa liga donde el fútbol se llama soccer fuese su nivel. No jugaba, deambulaba. No sumaba, entorpecía. Y cómo duele verle así. Buscó el empate al final de la primera parte, con un remate a bocajarro y al muñeco, que el PSG convirtió en el 2-0 en la contra que siguió. Solo tuvo que salir en velocidad para que Vitinha rompiera a Lenglet y Galán para batir a Oblak de nuevo con un derechazo ajustado. Cuánto candidato al Balón de Oro tiene Luis Enrique. Cuánto trabajo por delante tiene el Cholo en este Mundial y el verano en general.

La solución para este partido fue el capitán Koke. Y se notó. El cambio, por Lino, le dio más presencia al Atleti en el centro. Al menos se movía, la pedía, parecía estar vivo, justo todo lo contrario que De Paul. Enfrente a ese PSG con una superioridad en cada faceta del juego insultante. Con presión que asfixia, asociación e intensidad. Cada futbolista, una navaja multiusos llena de recursos. Con un centro del campo que parecía líquido, de móvil, incontenible, y dos laterales cuchillos. Oblak evitaba el 3-0 enviando al larguero un disparo de Kvaratskhelia. El Atleti estaba al menos despierto aunque jugara contra aviones. Pero Koke le había dado vuelo. Julián marcó confirmándolo pero Kovacs, el árbitro, lo anuló por falta previa del capitán a Doué. Simeone hacía un triple cambio, que el árbitro recibía en su tónica de todo el partido: tarjeta para Correa, para Reinildo como le había enseñado a Koke nada más entrar. Seis amarillas para siete faltas.

Y también una roja, a Lenglet, que se fue a la ducha en el 78’ por la mano caliente del árbitro en una sola dirección: la rojiblanca. El arbitraje fue casero, tendencioso y sibilino. Desesperante para el Cholo como el tiro al aire de Sorloth a los pies de Donnarumma después de que Llorente le sirviera una pelota que solo podía terminar en gol. Salvo si la pateaba el noruego en uno de esos días de mirilla de feria. En la siguiente jugada, el PSG destrozaba al Atleti de nuevo en una doble ocasión. Si Llorente desactivaba primero, después Griezmann le regalaba el balón a Mayulu para el 3-0 que sería un 4-0 después de que Kang-In Lee marcara de penalti tras manos de Le Normand y el Atleti despertase en el sueño americano convertido en una absoluta pesadilla.

¡Tus opiniones importan! Comenta en los artículos y suscríbete gratis a nuestra newsletter y a las alertas informativas en la App o el canal de WhatsApp. ¿Buscas licenciar contenido? Haz clic aquí