Poco más de 24 horas tardó Irán en responder al ataque estadounidense del domingo a tres infraestructuras nucleares iraníes, calificado por Donald Trump de “éxito militar espectacular”, aunque se necesitará tiempo para conocer el alcance y los daños causados.

Teherán lanzó ayer por la tarde misiles contra una base militar de Estados Unidos en Doha, la capital de Qatar. La instalación aérea atacada es la que alberga el cuartel general de EE.UU. en Oriente Medio, la base más importante que tiene en la región y donde están desplegados 10.000 militares estadounidenses.

Con este ataque, Irán intenta lanzar el mensaje de que, pese a los daños sufridos por sus instalaciones y arsenal militar, sigue dispuesto a plantar cara a la decisión de Trump de entrar en guerra. Es una demostración del régimen de los ayatolás de que no se pliega a las exigencias de Washington. Qatar interceptó los misiles persas, que no han causado heridos y apenas daños materiales.

Esta agresión supone que la guerra sube otro peldaño, aunque se haya tratado de un ataque limitado y del que Teherán informó con anterioridad por vía diplomática tanto a Estados Unidos como a Qatar. Todas las bases estadounidenses han sido puestas en estado de alerta, pero el hecho de que Irán avisara con anterioridad de los lanzamientos con un preaviso es una muestra de que la intervención iraní tiene una parte de mostrar firmeza y fortaleza ante su opinión pública, pero también lanza el mensaje de que, al menos por ahora, no pretende desatar una escalada bélica en la que sabe que no tendría opción alguna frente a Estados Unidos. Todos los países de la zona­ ­decidieron anoche cerrar su espacio aéreo por seguridad.

Teherán lanza misiles contra el cuartel general de Estados Unidos en la capital de Qatar

Con su ataque dominical, Trump tenía un objetivo concreto. Primero bombardear y luego instar a Irán a sentarse a negociar. Para él el escenario ideal era que Teherán bajara la cabeza y aceptara discutir sobre su futuro nuclear tras haberle mostrado de qué es capaz la maquinaria militar estadounidense. Ello le permitiría presentarse ante sus bases republicanas y del movimiento MAGA como el único hombre capaz de tomar decisiones rápidas y drásticas para acabar con un conflicto, cosa que también prometió hacer en Ucrania y Gaza y no ha cumplido. Trump presume de unidad en MAGA, pero líderes mediáticos e ideológicos del movimiento, aunque cierran filas, avisan de un descontento con el presidente por incumplir sus promesas. El ala aislacionista de su coalición, ruidosa y omnipresente en las redes sociales, se siente activamente traicionada.

El problema es que, como se vio ayer, Irán no contempla el escenario que Trump querría y lo demostró lanzando un ataque contra el cuartel general de EE.UU. en Oriente Medio, ubicado en Qatar. Fue poco después de que Qatar anunciase el cierre de su espacio aéreo por seguridad y de que EE.UU. recomendase a sus ciudadanos en Qatar que permaneciesen en sus domicilios.

Y es que, pese a su debilidad militar actual y a que sus proxies en la región –Hamas en Gaza, Hizbulah en Líbano y los hutíes en Yemen– han perdido capacidad y medios para poder hostigar a Israel, Teherán está decidido a demostrar que dispone todavía de bazas por jugar y no pueden descartarse otras acciones, como atentados suicidas contra objetivos e intereses de EE.UU. cometidos por sus células durmientes o el cierre del estrecho de Ormuz, que podría tener consecuencias para la economía global, aunque el mercado de petróleo ha cambiado y hoy, con EE.UU. como mayor productor de petróleo del mundo, la oferta está más diversificada.

Horas antes de la respuesta iraní habíamos asistido a otra prueba de la imprevisibilidad de Trump con estas palabras en su red social: “Si el actual régimen iraní no puede hacer que Irán vuelva a ser grande, ¿¿¿por qué no habría un cambio de régimen???”. Unas palabras que fueron música para los oídos del primer ministro israelí, Beniamin Netanyahu. La especulación sobre forzar un cambio de régimen en Irán choca frontalmente con la batería de declaraciones que durante el domingo hicieron todos los pesos pesados del Gobierno, afirmando que el objetivo de EE.UU. se circunscribe a eliminar el programa nuclear del país.

El régimen iraní avisó con anterioridad a Washington y a Doha del ataque balístico

Estas insinuaciones de Trump pueden abrir una gran brecha entre los republicanos, parte de los cuales se oponen tajantemente a la intervención de EE.UU. en el extranjero. Pero, una vez más, es imposible saber si tras sus palabras hay una estrategia o es el enésimo cambio de rumbo presidencial. Si el ataque de Trump erradicara el programa nuclear iraní, o lo retrasara años o décadas, podría reivindicar un logro histórico que eliminara una amenaza existencial para Israel. Pero tras el ataque iraní de ayer, la espiral bélica sigue y ya involucra a diversos países de la región.