
El petróleo ha comenzado la semana con fuerza, impulsado por las tensiones geopolíticas en Oriente Próximo. En las primeras horas de negociación en las bolsas asiáticas, según datos de Bloomberg, esta medianoche el Brent se disparó casi un 6 %, hasta los 81,40 dólares, desde los 77,01 en los que cerró el pasado viernes. Poco después moderaron su ascenso hasta situarse en los 78 dólares a las 8:00 (6:00 GMT). Lo mismo ocurrió con el West Texas Intermediate, que subió hasta los 73,84 dólares tras alcanzar picos del 4% de subida.
El detonante ha sido los bombardeos de EE.UU. sobre instalaciones nucleares iraníes durante el fin de semana. Una operación que marca un nuevo punto de inflexión en el ya tenso conflicto entre Israel e Irán, y que ha vuelto a poner al crudo en el centro del tablero financiero mundial.
Los mercados no sólo reaccionan al impacto inmediato de los ataques, sino también al riesgo de un cierre del estrecho de Ormuz, por donde circula casi un 20% del suministro global de petróleo. Aunque por ahora es solo una amenaza sugerida por el Parlamento iraní, el posible bloqueo despierta el temor de una interrupción masiva del suministro energético. “Si el conflicto se prolonga o se agrava, no sería descabellado ver al barril dispararse a 120 o incluso 150 dólares”, advertía Antonio Castelo, analista de iBroker, a este PERIÓDICO.
La incertidumbre sobre la respuesta de Irán y la postura que adoptará la Casa Blanca ha devuelto la volatilidad a los mercados. En apenas un mes, el precio del crudo ha pasado de los 60 a los 77 dólares, y muchos analistas sitúan ahora la próxima barrera psicológica en los 80.
Este repunte ya se ha trasladado a los consumidores. La gasolina y el diésel han subido en torno a un 0,4% en España, según el último boletín de la UE. Un alza que podría intensificarse si el conflicto se prolonga y obliga a revisar las expectativas de inflación.
El dólar gana fuerza como refugio ante la inestabilidad
En medio de este panorama, los inversores están recurriendo al dólar como activo refugio, desplazando incluso al oro. La divisa estadounidense subió un 0,3% frente a otras monedas de referencia, con especial impacto sobre el euro y las divisas de Asia-Pacífico. El índice dólar se situó en 99,037 puntos, mientras que el yen japonés se debilitaba hasta los 146,81 yenes por dólar.
Este movimiento responde al papel histórico del dólar como valor seguro en tiempos de tensión, pero también a la expectativa de que los bancos centrales mantendrán o endurecerán los tipos si repunta la inflación. El Banco de Inglaterra, por ejemplo, decidió la semana pasada mantener los tipos en el 4,25% citando los riesgos derivados del encarecimiento de la energía y la elevada incertidumbre global.
Por su parte, el oro retrocedió ligeramente, cayendo un 0,2% en el mercado asiático, a pesar de las ganancias acumuladas desde el inicio de las hostilidades entre Irán e Israel. La fortaleza del dólar fue suficiente para frenar el avance del metal precioso, que había sido hasta ahora el principal valor refugio.
Asia abre la semana con caídas moderadas en bolsa
Los mercados asiáticos también acusan el impacto del conflicto. El temor a un incremento en los precios de la energía y a una inflación más persistente lastró el ánimo de los inversores. El Nikkei japonés y el Topix cayeron un 0,5% pese a datos positivos del PMI local, que mostraban una mejora en la actividad manufacturera tras 11 meses de estancamiento.
En China, el CSI 300 y el Shanghai Composite retrocedieron un 0,4% y un 0,1%, respectivamente, mientras que el Hang Seng de Hong Kong perdió un 0,6%. Pekín ha condenado los ataques de EE.UU. y ha instado a Israel a frenar las hostilidades.
El resto de bolsas regionales siguió la misma tendencia: Australia cayó un 0,8%, el Kospi surcoreano perdió un 0,5%, y el índice de Singapur retrocedió un 0,7%. Incluso los futuros del S&P 500 bajaron un 0,3% en las primeras horas de negociación asiática.
La atención de los mercados, por ahora, está centrada en Teherán. Cualquier señal de represalia —especialmente un cierre del estrecho de Ormuz o ataques a bases estadounidenses— podría escalar aún más la tensión y provocar nuevos sobresaltos financieros.