Un joven de civil con un kaláshnikov en la mano y un chaleco antibalas militar en su pecho recordaba las imágenes de esos primeros meses de la Revolución Islámica cuando los famosos komites , milicianos voluntarios que defendían a la recién creada República Islámica, lo dominaban todo. El chico, con su barba negra frondosa, era uno de los tantos integrantes de los diversos cuerpos de seguridad iraní, militares y milicias, que ayer estaban a la búsqueda de sospechosos en la calle que desemboca en la plazoleta Revolución, uno de los puntos de partida del paseo que acompañaría el funeral de 60 personas asesinadas durante los ataques lanzados por Israel.

La esquina de esta emblemática plazoleta estaba dominada por una gran pancarta con la imagen de los integrantes de la cúpula militar iraní, que fueron asesinados, muchos de ellos el 13 de junio, cuando Israel lanzó un ataque contra Irán que no solo tuvo como objetivo su programa nuclear y balístico, como se dijo en un principio, sino también acabar con la vida de los principales científicos y generales de la Guardia Revolucionaria.

La infiltración de agentes israelíes ha hecho que aumente la paranoia y ayer no fue una excepción

La inteligencia iraní asegura que todo lo que sucedió ese primer día fue una ofensiva conjunta entre la aviación Israel y agentes del Mosad en Irán que pilotaron drones, lanzaron misiles e hicieron estallar coches bombas. También de colaboradores cuya misión ha sido seguir la pista a los objetivos y señalar su localización.

Desde entonces, los controles, las redadas y, obviamente, la paranoia se intensificaron y ayer no fue una excepción.

“La posibilidad del martirio no nos hará detenernos y seguiremos adelante”, dijo Samané, de 36 años, que trabaja como técnico de laboratorio en Teherán. En un acto de desafío, y bajo un alto el fuego que todos coinciden en definir como “débil”, Samané, su esposa y decenas de miles de personas se lanzaron ayer a la calle a despedir a quienes murieron durante los doce días de guerra.

Caminaban por la avenida que lleva el mismo nombre, Revolución, siguiendo los coches, adornados con banderas de Irán y flores, que transportaban los ataúdes con la foto de cada uno de los “mártires”, como son oficialmente reconocidos en Irán.

Además de los militares y científicos, se hizo un homenaje a los civiles asesinados, entre ellos cuatro mujeres y cuatro niños. “No tenemos miedo de estar aquí, no pueden hacernos nada malo”, insistió la mujer que cargaba una pancarta en la que se leía: “Somos obedientes al líder supremo”.

El ayatolá Ali Jamenei fue, junto con algunos militares, la única personalidad que no se presentó ayer a despedir a los “mártires”. Sí se vio al presidente, al portavoz del Parlamento y al exsecretario del Consejo de Seguridad Nacional, Ali Shamkhani, que durante días se creyó que estaba muerto.

“Estamos seguros de que Trump no tomará la decisión equivocada, es importante que se sepa que bajo cualquier circunstancia apoyamos a nuestro líder y somos soldados de esta tierra hasta el final”, contaba Haniye, de 29 años, al referirse a que el ayatolá sigue escondido en un lugar secreto pese a que la guerra ya se detuvo, al menos por ahora. Muchos insisten en que no pueden confiar en Israel ni en Washington.

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Catalina Gómez Ángel

El viernes por la noche, Trump había dicho de nuevo a los iraníes que él era el responsable de que el ayatolá esté vivo. “Le salvé de una muerte muy fea e ignominiosa, y ni siquiera ha dicho: ‘¡Gracias, presidente Trump!’”, escribió Trump en las redes sociales. “Pero no. En lugar de eso, recibo una declaración llena de ira, odio y repulsión, y de inmediato cancelé todo el trabajo relacionado con el alivio de sanciones, y más”, aseguró.

Uno de los que caminaban ayer era Mehdi Chamram, presidente del Concejo Municipal de Teherán y hermano de uno de los mártires más famosos de la guerra contra Irán en 1980. “Trump es un jugador, un apostador, y, como hacen los jugadores, quiere, usando palabras grandilocuentes, imaginarse grandes victorias para sí mismo”, dice este hombre que describe lo que hace Trump como “fanfarronería”.

“¡Muerte a América! ¡Muerte a Israel!”, gritaba la multitud que caminaba por el centro de Teherán

Chamram asegura que lo más importante es “la lección ejemplar de unidad dada por los iraníes durante estos días, cuando todos cerraron filas”, incluido el inmenso sector que no apoya al sistema y nunca está presente en eventos oficiales como el de ayer. “Es una característica nuestra, de los iraníes, especialmente cuando se mezcla con el islam y entra en juego el espíritu del martirio”, explicaba Chamram, expresando una idea que ayer repetía mucha gente: Israel pidió parar la guerra y hay una gran posibilidad de que se retome en un futuro.

“Nosotros no empezamos guerras, pero cualquiera que agreda a nuestro país será respondido con fuerza. Con el respaldo del pueblo, como lo están viendo ahora”, sentenció el clérigo Hasan Taeb, exdirector de inteligencia de la Guardia Revolucionaria, que caminaba junto a su cuerpo de seguridad camuflado entre la multitud, que cada cierto se detenía para gritar: “¡Muerte a América! ¡Muerte a Israel!”.